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EL DESIERTO



EL DESIERTO

Dice el profeta Jeremías que el desierto es "Tierra de arenales y barrancos, tierra árida y tenebrosa, tierra por donde no transita nadie ni nadie fija su morada" Jeremía 2,6


El desierto no es lugar de turismo, sino de combate. La sequedad, la soledad, el despojo, los recuerdos, las dudas. Y surge la tentación: sobre nosotros mismos, sobre nuestra tarea y misión, sobre nuestras obras y nuestra imagen, sobre nuestra fe y sobre los demás, los que nos rodean y aprecian o sobre los que no te caen bien; sobre la vida, la esperanza, la muerte, y sobre todo, sobre Dios...


Y soplará el viento del desierto como un mal espíritu que nos zarandea. Sentimos que la muerte está por allí esperando su oportunidad.

A lo mejor solo fue un momento, porque si en medio de la prueba hemos rezado aunque fuese solo decir "Dios mío", la prueba nos ha purificado y nos ha vaciado de nosotros mismos.


Ahora vienen unos pensamientos diferentes, se hace presente una cierta dulzura interior, vienen los ángeles y nos sirven. Ahora escuchamos de nuevo el viento del desierto, pero es el viento penetrante del Espíritu.

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